Comer en Familia sin Drama: Cómo Lograrlo en Tijuana

En muchas casas, la hora de sentarse a la mesa es toda una escena. El adolescente que sólo pide pizza, la pequeña a quien la verdura le sabe a castigo, el adulto que salta directo a los postres… Intentar reunirlos a todos para comer mejor parece tarea de titanes. Pero ¿y si existiera una forma menos complicada y hasta divertida de lograrlo? Eso es, justamente, lo que promueven algunos equipos en Tijuana: encontrarle el lado práctico a la alimentación familiar. ¡Más pistas!

¿El primer secreto? Olvidar los menús rígidos. Cada familia tiene su propio ritmo: el pequeño que corre al entrenamiento, el abuelo con su café, la mamá con turnos dobles o el papá siempre en llamadas. Nada de plantillas fijas. Se analiza quién es quién en la mesa y allí se construye la propuesta. El menú no es igual para todos, pero puede adaptarse a cada quien, sin perder de vista lo esencial: que compartir la comida se disfrute.

Cocinar no tiene que volverse un espectáculo de televisión ni una maratón culinaria. Lo práctico gana terreno. Se apuesta por ingredientes fáciles de conseguir y recetas que no te dejen atrapado entre ollas hasta medianoche. Si hay clásicos, como la lasaña o el arroz con leche, no se descartan: se transforman en versiones que sumen más nutrientes pero no quiten sabor. La comida debe quedar rica y asequible, y los niños necesitan que el plato les llame la atención sin discurso de por medio.

Entender que cada día es distinto también importa. Un desayuno exprés para salir corriendo, lonchera que sobrevive al recreo o cena a la carrera. A ese ritmo, las sugerencias deben ser tan ágiles como la vida de la familia. Tampoco se olvidan los postres: con un poco de ingenio, una fruta se puede convertir en la estrella del antojo y los más chicos la ven con otros ojos.

El juego también entra en la cocina. Participar, probar, preguntar. Que el niño se anime a pelar zanahorias y que el adolescente lance una propuesta para la cena. De esa forma, más que imponer normas, se crea una costumbre positiva. La alimentación no es solo obligación; si se entiende el porqué de cada elección, la decisión es más simple.

Las costumbres no cambian a la fuerza, se contagian. Cuando los adultos se animan a servirse más ensalada o prueban nuevas combinaciones, los niños lo notan. Hay días de pizza y hay días de verduras, y aceptar ambas opciones ayuda a quitarle peso al asunto. El equilibrio es el verdadero avance.

Al final de cuentas, comer juntos no debe sentirse como un sacrificio ni ser terreno de discusiones. En Tijuana, familias enteras aprenden a hacer de la comida un motivo para reunirse, compartir y hasta reírse de los intentos fallidos en la cocina. Menos órdenes, más participación. Comer bien, disfrutar, darse chance de aprender y festejar cada pequeño triunfo. Eso sí crea recuerdos y hábitos que duran mucho más allá de una sola comida.

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